Retrospectiva a Aliens: el regreso, más y mejor al estilo de James Cameron
- Juani Fissore
- 21 ago 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 2 jul 2021
Como lo prometido es deuda, es hora de seguir con esta serie de reseñas de las películas clásicas de la saga Alien. Más vale tarde que nunca…

Alien: el octavo pasajero había significado un éxito rotundo, instalándose de manera casi inmediata en el seno de la cultura popular y encumbrando al temible xenomorfo como uno de los grandes monstruos del cine de terror. Sin embargo, dicho éxito no se tradujo necesariamente en una cuantiosa suma taquillera, por lo que, al menos en primera instancia, el desarrollo de una secuela no se encontraba previsto.

Aún así, fue innegable el impacto que supuso la película de Ridley Scott, dejando infinidad de fanáticos a lo largo del mundo. Fanáticos que, por supuesto, esperaban saber más de ese universo.
Más. Esa es, quizás, la forma perfecta de definir Aliens en una sola palabra. Y para tomar la batuta estaba un hombre: James Cameron. Bueh, dirán. Un peso pesado de la industria, director legendario, casi tanto (o incluso más) que el propio Scott. Pero en ese momento, apenas un nombre que indicaba, al menos, potencial. El beneficio de la duda.

Cameron había quedado impresionado con Alien, y enseguida empezó a esbozar algunas ideas con la intención de dirigir una continuación. Todo a la vez que se encontraba filmando Terminator. Entre vaivenes logró completar un guion de aproximadamente 45 páginas que, aunque suene escueto, fue suficiente para impresionar a las altas esferas de la Fox como para asegurarle que, en caso de que Terminator tuviera éxito, él sería el encargado de realizar la secuela de Alien. Y a los hechos me remito: Terminator fue un bombazo de entrada, un clásico inmediato. Un punto y aparte en la ciencia ficción. Entonces ¿quién mejor que Cameron para continuar con las aventuras de la teniente Ripley?
Si hay algo que caracterizó a Cameron a lo largo de toda su carrera es, sin lugar a dudas, su visión de la industria. Hoy tal vez ninguneada hasta cierto punto por alguna declaración desafortunada, pero sigue siendo palabra mayor. El tipo sabía que la vara que había dejado Scott con Alien estaba alta. Altísima. Había que jugársela de alguna forma.

La primera película fue un thriller de terror prácticamente perfecto. Producto que fue totalmente de la mano con el estilo particular de su director. Aliens, lejos de querer repetir la fórmula presentada por su antecesora, buscó arriesgarse dentro de las bases de su universo. Cameron sabía que no podía recrear la propuesta de Scott, razón por la cual en lugar de seguir la temática de suspenso optó por pasar directamente a la acción pura y dura.
Aliens da inicio con Ripley contando los detalles de lo sucedido en la nave Nostromo. Como no podía ser de otra forma. Un pequeño detalle, mínimo: la película establece en sus primeros minutos que entre ambas entregas hubo un salto de tiempo no muy significativo, sólo 57 años en los que Ripley permaneció suspendida en hipersueño.
Lo primero que podemos notar en Ripley son las secuelas de su encuentro con la criatura, que la llevó a desarrollar una suerte de paranoia, ejemplificada en una secuencia de sueño magistral. En todo ese tiempo nos enteramos tanto aspectos de la vida personal de la teniente, como que el acontecimiento de la Nostromo se había mantenido escondido del ojo público. No sólo eso: el planetoide LV-426, el lugar donde se encontraron con el huevo que derivó en El octavo pasajero, era ahora una colonia terraformada. Para acabarla de joder, le confiesan a Ripley haber perdido todo contacto con el asentamiento.

Y es así como se da el puntapié a la historia narrada en Aliens. Ripley en un principio no quiere saber nada con ir (¿quién en su sano juicio querría?). Como la tipa es bastante bicha, asume posición de “a mí no me van a cagar de vuelta” y se convence sola, más bien, no tanto por ir con un equipo de militares entrenados sino por el peligro que podía suponer el xenomorfo si la compañía Weyland-Yutani -cuyas intenciones nunca estuvieron claras- le ponía las manos encima.
A ver, entonces. Tenemos, por un lado, a una Ripley más experimentada, madura, que conoce exactamente a qué se van a enfrentar y de lo que es capaz un xenomorfo suelto. Por otro, un equipo de marines calificado (claro que sí, campeón) para contener cualquier situación hostil. Si algo podía salir mal, no salió mal, sino lo siguiente: al llegar a la colonia se encuentran con un lugar infestado de xenomorfos, lo que desemboca en una hora y chirola de balaceras para tratar de sobrevivir a la horda de aliens que se les venían encima.

Nuevamente estamos en presencia de un gran desarrollo de personajes. Ripley, aunque se nos muestra más fría y calculadora, no deja de lado el costado más humano de su personaje, ejemplificado de gran manera en la relación maternal que entabla con Newt. Los soldados, por su parte, también muestran verosimilitud en sus interacciones. Aunque cuentan con cierta información de lo que pueden esperar, cuando la situación se les va de las manos es evidente. No hay preparación que valga.
La banda sonora, como pasó con la anterior entrega, no resulta excepcionalmente memorable (salvo una o dos piezas), pero pega siempre en los momentos justos, lo que contribuye enormemente a la puesta en escena y darle a la película su atmósfera particular.
Pero, si hay algo que destaca por demás, son los elementos que enriquecen el universo de Alien. Particularmente la inclusión de la Reina Alien, una criatura tremendamente imponente que se roba la película desde el momento en que aparece. Ahí nos dejó para la posteridad ese enfrentamiento final memorable: ¡¡Get away from her, you bitch!!

Más. Y, hasta cierto punto, mejor. Eso es lo que retumba en mi cabeza cada vez que veo algo relacionado con Aliens. Lo que hace es sencillamente brutal, porque toma las reglas establecidas en El octavo pasajero y las eleva a la enésima potencia. Una secuela más que digna, que superó toda expectativa y a su vez cimentó elementos dentro del universo xenomorfo que se volverían parte indispensable de posteriores entregas.
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