La hija de Drácula, una secuela incomprendida que llegó en el momento equivocado
- Juani Fissore
- 1 jun 2021
- 6 Min. de lectura
Secuelas nunca fueron buenas, o al menos eso dicen. Hay ciertas excepciones, y algunas mucho más arriesgadas que otras. De cualquier manera, esta práctica no era muy habitual allá por los inicios del cine, sino que empezaría a tomar relevancia de la mano de Carl Leammle Jr. y todo el esplendor que emanó de ese experimento cinematográfico llamado Dark Universe.
Luego del exitazo sin precedentes que resultó Drácula, todo fue un no parar. Muchos personajes de terror provenientes de la literatura más clásica dieron el salto a la gran pantalla hollywoodense con muchos grandes aciertos y algún que otro altibajo, todo hay que decirlo también.
Sea cómo sea, la idea de volver a ver a los mismos personajes repetir sus hazañas empezó a hacerse notar, y la idea de continuar una historia aparentemente cerrada no se hizo esperar. Aunque claro, el riesgo era grande puesto que muchos de los villanos protagonistas habían muerto en el final de sus respectivas historias.
Entonces… ¿Cómo hacerlo? La respuesta cerró por todos lados: La familia. Si, por más estrafalario que parezca, la idea de poder repetir atributos de personajes pasados en otros nuevos y justificarlos mediante parentesco sanguíneo era brillante, ya que podían tener, prácticamente, al mismo personaje, sin tener que pagar las fortunas que los actores anteriores, ahora vueltos estrellas internacionales, demandaban.
Por supuesto, el riesgo era muy grande, ya que la mera ausencia de una cara conocida puede condenar una película, y esto, lamentablemente, es lo que pasó acá.
Es necesario aclarar que no todas las películas de esta franquicia son buenas, en lo absoluto, sobre todo cuando de secuelas hablamos. Pero si es verdad que algunas lograron dejar una huella, plantar un precedente, tener relevancia en el emergente género de terror.
Estoy hablando de propuestas cinematográficas que deberían ser de visión obligatoria para todo el mundo que no merecen ser olvidadas por la recepción que tuvieron en su momento, recepción de una audiencia que dejó en evidencia no estar preparada para ver lo que vieron. Este es un caso de una película completamente adelantada a su tiempo, una joya de culto que resultó en la segunda parte de la primera historia de este universo compartido. Hablo, por supuesto, de La hija de Drácula.

Tenemos que tener en consideración que esta película estrenó en 1936, o sea, cinco años después del estreno de la obra original. Para ese momento, el Dark Universe había presentado una infinidad de personajes e historias, y otros estudios cinematográficos también habían llenado las carteleras de los cines de la época con propuestas de terror.
Esto derivó en dos factores: El género empezó a desgastarse, y la gente se estaba cansando de ver siempre lo mismo. Por esta misma razón, los ejecutivos de Universal ya no confiaban en la capacidad de Leammle Jr. para mantener el liderazgo del proyecto, por lo que deciden informarle que esta sería su última película como jefe del apartado terrorífico de Universal.
La dirección de la película cayó en Lambert Hillyer, quien tenía toda la confianza del saliente capataz porque venía de mandarse un taquillazo tremendo con otro proyecto de esta franquicia llamado El Rayo Invisible (un peliculón que, sin duda, también analizaremos).
Para esta historia, de manera de mantenerse fiel a la idea de adaptar relatos literarios, el guion se basó medio libremente en un cuento corto independiente del propio Bram Stoker llamado El Invitado de Drácula, publicado en 1914.
Para el papel protagonista, se pensó en un concepto que tambaleara la industria de la misma forma que lo había hecho la Drácula original, y volviera a suponer el mismo pánico que su estreno les supuso a los ejecutivos de Universal. Todo esto, claro está, por una competencia de egos entre Leammle Jr. y su padre (CEO de Universal), luego de la bronca del primero al ser despedido por el segundo.
Esta idea fue, nada más y nada menos, que presentar a una mujer como cabeza de la historia y, como para rematarla, que ciertas insinuaciones puedan llegarse a interpretar como una orientación lésbica.
Recordemos que estamos hablando de 1936, un momento en nuestra historia atravesado por una aire extremadamente conservador, machista y homofóbico. El resultado fue el esperado, Leammle Jr. fue despedido antes que la película terminara de filmarse, pero Hillyer logró que, a regañadientes, le permitieran terminar su producción.
El personaje fue interpretado por Gloria Holden, quien confesó que odiaba ese papel, justamente porque el guion la obligaba a comportarse de una manera que no era muy “bien vista” en la sociedad estadounidense de los ’30.

Lo interesante de todo esto, es que justamente ese distanciamiento que la actriz sentía hacia su personaje, terminó derivando en una interpretación muy fría y dramática, dotando al personaje de unos dotes terroríficos brutales, que no podrían haberse conseguido de otra manera.
Demás está decir, que su interpretación es lo mejor y más recordado de la película, además de servir como inspiración para otra obra de terror que, años más tarde, se convertiría en otro clásico por si sola. ¿A alguien le suena La reina de los condenados? A mí sí.
La trama nos obligaba a haber visto la obra original y tener fresco el destino del personaje de Bela Lugosi, y es que el personaje del Dr. Van Helsing (que, recordemos, fue quien le clavó la estaca al vampiro) es el único que repite su aparición y se pone sobre los hombros todo el hilo narrativo de la película.
Ya desde el principio, se dejan claras cuales son las intenciones de los realizadores al presentar una propuesta muy diferente a lo que ya era costumbre dentro del género y la franquicia.
Por primera vez, teníamos una anti-heroína como “villana” que, curiosamente, detestaba su condición de vampiro, y esto da un cierto paralelismo a la interprete sintiéndose incómoda con el personaje, lo cual realza y dota de un realismo impresionante a la, ya mencionada, excelente interpretación de la actriz.

La Condesa Drácula sufre por el hecho de ser una criatura que necesita beber sangre y su lucha personal recae en encontrar la manera de vivir como una humana normal. Es decir, estamos hablando de una villana con la que podemos empatizar, una figura trágica que ve su condición de vampiro como una maldición.
El contenido “lésbico” que mencionábamos al principio, lo encontramos justamente en que las victimas de la Condesa Drácula son únicamente mujeres durante todo el metraje, mezclando conceptos tan dispares como el secuestro y la seducción, rasgo característico de su padre.
La lucha interna que lleva el personaje hacia su propia condición la vemos reflejada en el tratamiento psiquiátrico al que termina sometiéndose para curar su vampirismo, momento en el que el Dr. Van Helsing entra en escena. Resulta muy curioso pensar que, por aquellos años, la homosexualidad era considerada una enfermedad mental. Si alguien todavía no entendió que esta película estaba adelantadísima a su tiempo, es momento de hacerlo.

La dirección de Hillyer es sublime a nivel narrativo, sobre todo por animarse a explorar un concepto tan arraigado al terror puro como el vampirismo (de la mano de Lugosi, claro está) y explorarlo desde un lado mucho más humano, con dotes trágicos que cargan a la historia de un drama muy fuerte, sin perder el terror que caracteriza a la franquicia, claro está.
Esta película, en líneas generales, es una propuesta excelente. La continuación de una historia que comenzó todo un fenómeno que a día de hoy sigue dando de que hablar, y nosotros seguimos recomendando. Un peliculón mayúsculo que, lamentablemente, no se supo terminar de entender. Posiblemente, la audiencia de 1936 no estaba lista para algo así.
Evidentemente, la sombra de Bela Lugosi fue muy grande y el público de esa época no quería saber nada con continuar la historia de Drácula si el actor húngaro que los había hecho estremecer 5 años atrás no iba a estar presente. Además, aunque la crítica especializada si la consideró una digna continuación, es cierto que no la recomendaban “para todos los públicos” por alejarse demasiado de la propuesta completamente terrorífica de la primera parte.

Es interesante hacer estos análisis, justamente porque estamos ante un caso bastante atípico dentro de lo que estamos acostumbrados al hablar de cine, y es que esta es una película a la que, contrariamente a lo de siempre, el paso del tiempo la benefició gratamente, y hoy podemos disfrutarla como la obra de culto, perdón, como la obra maestra que siempre debió haber sido.
Consecuentemente, el ya anunciado fracaso estrepitoso que se llevó en taquilla más el reciente despido de la mente maestra detrás de toda esta cadena de películas llevó a que Universal decidiera ponerle un alto a su franquicia y al género de terror al completo durante algunos años.
Por supuesto, nada es para siempre y, como dice el dicho, no hay 2 sin 3. Aparentemente esta chica tenía un hermano que ninguno de nosotros conocía. La familia Drácula era, al parecer, bastante más numerosa que lo que Bram Stoker pudo haber imaginado en un primer momento…
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