Entrevista exclusiva a Bruno Chiroleu, editor de Términus Libros
- Juani Fissore
- 3 oct 2020
- 23 Min. de lectura
Actualizado: 1 jul 2021
Bruno Chiroleu es un editor, guionista y dibujante de historietas rosarino. Artista freelance, irrumpió fuertemente en la historieta nacional a partir de la revista Términus, una antología trimestral que presentaba historias marcadas en su mayoría por tintes del policial y la ciencia ficción.
Actualmente desempeña el rol de editor en jefe en Términus Libros, editorial que se encarga de publicar sus propias producciones así como otros títulos locales de renombre como Rip Van Hellsing o Tekton.
Como no podía ser de otra manera, desde Frikiteca tuvimos la oportunidad de charlar con él, repasando sucesos de su vida, su carrera y esta pasión que nos une a todos: la historieta.

¿Cuál fue tu primer contacto con el mundo de la historieta?
Mi viejo era lector de historietas, mi abuelo también y bueno, hubo como una continuidad. Cada uno leía sus cosas. Mi abuelo tenía una colección con las clásicas Columba, D´artagnan, etc. Mi viejo tiraba más por el lado de la Fierro o de alguna de las primeras Péndulo, que tenían también una parte de historieta, y demás, como humor medio satiricón propio de ese tipo de publicaciones de mitad de los ’70 a mitad de los ’80, más o menos. Yo de muy chico aprovechaba cuando ellos no estaban, iba al baúl donde las tenían, las sacaba y me ponía a leerlas porque, obviamente, no era un contenido apto para un niño en lo absoluto. Yo en esa época tenía menos de 10 años. Ahí arranqué a tener contacto y familiarizarme con la historieta y ahí me empezó a gustar. Pasaron varios años, unos tres o cuatro, antes que entrara por primera vez a una comiquería a comprarme un par de historietas. Me acuerdo que no tenía un mango, habré tenido, literalmente, $2 de la época, y me acuerdo que compré un anual de Flash y un número también de Flash que estaba dañado atrás y por eso estaba muy barato. Recuerdo que era un especial en el cual Wally West se psicoanalizaba porque no estaba a la altura de Barry Allen y cosas de ese estilo. Estaba muy bueno. A partir de eso, empecé a buscar otras cosas, a conocer un poco más de manga a través de un grupo de amigos en el cual se compartía lo que cada uno leía. En ese momento, estamos hablando de Dragon Ball, Akira y esas publicaciones de los ’90. Se leía lo que se conseguía en la comiquería o lo que podrías llegar a conseguir de afuera si tenías algún conocido que de casualidad viajara. Así que íbamos por ese lado. Yo tuve un lapso en el que no hice absolutamente nada, desde los 18 hasta los 26 más o menos, prácticamente no leía historietas y había dejado de dibujar. Estuve estudiando otras cosas y demás, así que hubo un período en el que me alejé y después fui volviendo gradualmente a lo que era la producción, a sentarme a dibujar e ir avanzando de a poco. En el medio estuve estudiando cine y otras cuestiones que tenían que ver con lo secuencial. Hice una rueda medio rara, era como que lo que aprendí de secuencialidad desde las historietas lo podía aplicar en el cine. Pero después, en un punto, me di cuenta que lo que quería era hacer historietas, y entonces volví a la historieta. Y recién ahí me puse a tratar de desarrollar algo seriamente, habré tenido 26 en ese entonces.
Pero ya venías dibujando desde antes…
Claro, sí. Ya venía dibujando. Es la clásica en un dibujante. Todos empezamos a dibujar, algunos paran y otros no, básicamente. Por ahí, con alguna pequeña pausa, pero venimos dibujando desde chicos.
¿Cuáles fueron tus primeros dibujos?
Me acuerdo que tenía varios cuadernos en los que, para desmayo de mi madre, dibujaba muchos aviones yankees bajando aviones rusos. Pobrecita ella. Incluso, hoy en día, lo veo muy ridículo, pero dibujaba bastante ese tipo de cosas. Me acuerdo que agarraba las clásicas hojas de computación que me traía mi viejo del laburo, que venían todas enganchadas, y hacía una especie de superviñeta en cada una y contaba historias. Generalmente eran de violencia, por lo menos las que recuerdo. Había muchas explosiones y cosas que volaban por el aire. En algún momento, recuerdo haber hecho historietas inspiradas en películas de terror que no había visto. Me acuerdo de ver el póster de House cuando estrenó allá por los ’80. O sea, nunca vi la película, pero sí me acuerdo de la cajita del VHS y eso me daba ideas sobre qué era lo que yo me imaginaba que pasaba en la película, o me juntaba con algún compañero que sí la hubiera visto y ahí me contaba qué pasaba, entonces yo la dibujaba. En general, era más o menos eso con lo que arranqué.
Pero siempre con la intención de contar una historia, nunca ilustraciones sueltas.
Las ilustraciones sueltas me cuestan bastante, no suelo ir por ese lado. Lo mismo me pasa con lo que consumo. Por ejemplo, me gustan mucho más las series que las películas. Me gusta entrar y tomarme un buen tiempo con el material. Lo mismo con la parte narrativa, me es más fácil desarrollar una idea que tener muchas ideas distintas, que por lo general es lo que tiende a darse más en la ilustración. Igual, depende también del encargo. Si alguien más provee el texto base, por ejemplo, ya te vas moviendo conforme a lo que ya está hecho. Ya te provee una base, justamente. Se basa más en qué imágenes te vengan a la cabeza según lo que te pasaron. Pero cuando es una idea mía, me es más fácil tener una y extenderla en todo el proceso antes que barajar muchas. Tampoco se me da mucho eso de dibujar personajes sueltos ni cosas por el estilo.
Cuando empezaste a crear tus primeras historias, ¿las hiciste solo o te capacitaste en alguna escuela?
Estudié con Marcelo Frusin, un dibujante de acá de Rosario que tiene carrera internacional y es muy reconocido. Con él aprendí a estudiar narrativa, todo lo que era la construcción del dibujo, el armado de viñetas y secuencias. Durante tres años creo que fui a su taller, entre los 15 y los 18 más o menos. De ahí salieron un par de dibujantes más como Damián Couceiro, que está laburando con un par de números para Marvel, este otro muchacho, Pablo Peppino, que también es freelancer como yo, que ahora está viviendo en Valencia, pero es de acá de Rosario. Y ahora, dentro de la nueva camada de Marcelo también hay que un par que prometen para arrancar. Es un tipo que sabe enseñar y reforzar lo bueno de cada uno.
A esta altura de tu vida, no veías a la historieta como una profesión sino más bien como un hobby…
En algún momento, todo requiere un grado de compromiso para poder desarrollarlo. Yo creo que en ese momento no estaba listo como para comprometerme lo suficiente. No me consideraba capacitado como para llevarlo hasta cierto punto. Necesité un tiempo en el que realizara trabajos que no tuvieran nada que ver con lo que me gustaba, sólo para darme cuenta que no tenía ganas de trabajar de cualquier cosa por el resto de mi vida. Aparte, por una cuestión de mi salud mental, me propuse tener ese compromiso para ir desarrollando todo eso que había dejado atrás.
Y cuando lo empezaste a llevar adelante profesionalmente, ¿trabajabas guiones propios o te llegaban desde afuera?
Empecé trabajando guiones propios. Si yo me ponía a hacer ilustraciones sueltas, me extendía demasiado en el tiempo o me bloqueaba porque no se me caía una idea. En cambio, si escribía un guion de, por decir algo, diez páginas, ya tenía material asegurado para dibujar sobre esas diez páginas, para sentarme y obligarme a ponerme con eso. Es más, en el número 12 de Términus publiqué una historia de 10 páginas, y el guion de esa historia fue el primero que escribí a los 26 cuando volví a sentarme a dibujar. En su momento, traté de empezar a dibujarlo y no pasé de la tercera página. No podía, no tenía el conocimiento necesario para hacerlo. Bajé un poco y empecé a trabajar guiones de más o menos 4 páginas. Después empecé a buscar colaboraciones no pagas en Internet, en la época donde recién empezaban los foros en donde interactuaban dibujantes y guionistas. Buscaba que alguien más se hiciera cargo del guion y me organice un poco la cosa. Me acuerdo que enganché una con un flaco yankee, eran alrededor de 48 páginas al principio, y me lo planteé como para aprender todo lo que pueda y mandarme todas las cagadas, total no me pagaba y no me podía apurar. Me acuerdo que me tomé como nueve meses para hacer esas 48 páginas, el flaco estaba ya que caminaba por las paredes. El resultado final fue espantoso, pero había conseguido hacer una historieta de 48 páginas. A partir de ahí fui sacando un poco más de coraje como para buscar laburos pagos, hacer historias cortas y demás. Pero siempre por mis propios medios, nunca tuve muchas ganas de laburar en editoriales per se. O sea, hay mucha gente que tiene como objetivo trabajar en DC o en Marvel, poder usar esos personajes y toda esa mitología. Pero, la verdad, a mí nunca me atrajo particularmente, entonces siempre sentí que, ya que no me atraía y vivía haciendo laburos freelance, no tenía ganas de hacer todo el sacrifico necesario como para llegar al nivel o para tener la estética que te piden para ser parte de eso.
¿Cómo funciona el trabajo con alguien de afuera, de otro país?
Yo laburo desde mi casa, no tengo que moverme ni hacer absolutamente nada en ese sentido ya que todo se maneja por Internet. No es como en los ’90 que había que armarse una carpeta, tomarse un avión e irse a la San Diego a pegarle patadas a las puertas. Era ir y bancársela. Por ahí el que iba llevaba la carpeta de varios amigos y ahí veían que salía, a lo mejor ligaban un teléfono y así se entraba. Ahora no, ahora directamente mandas una carpeta por mail y si gusta, gusta y, sino, no te van a responder. Pero vos, por lo menos, no perdiste nada. Es bastante más fácil en algunos aspectos, con la contra de que, si es más fácil para vos, es más fácil para todo el mundo. Es bastante complicado gritarle a una persona y que te escuche entre todos los gritos que le llegan a la vez. Yo laburo desde mi casa, tengo mi estudio ahí. Lo que hago, esencialmente, es contactarme con ciertos guionistas y desarrollamos proyectos nuevos que, en general y para que sea redituable, tienen que ser para el exterior, de forma de que te puedan pagar en moneda extranjera. Con algunos ya tengo un trato fluido, así que directamente se comunican ellos cuando tienen proyectos nuevos. A su vez, también me dedico a la producción propia. Son dos partes que manejo separadamente, pero el chiste de laburar freelance es que me quede tiempo para enfocarme en mis propias producciones. Ahí está el punto, si vos laburás para una editorial, te van a pedir las 22 páginas por mes y, a menos que seas muy veloz, no te va a quedar tiempo, aparte que te requiere un esfuerzo y una energía importantes.
¿Manejás un estilo de dibujo totalmente propio o lo vas variando dependiendo la historia que se cuente, sea tuya o de alguien más?
Un poco y un poco. Hasta el momento venía, casi siempre, laburando con un mismo estilo. Ese estilo puede haber ido evolucionando un poco, puliéndose y adquiriendo ciertas características, pero por lo general era siempre el mismo. Obviamente, al principio no lo tenía nada definido. Ahora estoy empezando a probar otros estilos para contar otras historias mías. Es un 50/50. Por un lado, es buscar otro estilo para contar una historia y por otro es contar una historia para buscar otro estilo. El tema es no aburrirse.
¿Pensás primero en la historia o en el dibujo, en los personajes? ¿Cómo te enfrentas a la producción cuando tenés tanto el guion como la hoja de dibujo en blanco?
Primero en la historia, por lo general. No soy un dibujante nato. Conozco gente que no puede vivir sin un lápiz en la mano. No es mi caso, jajaja. Yo necesito tener una razón para sentarme a dibujar. Por eso el tema de dedicarme a la historieta o de escribirme guiones que me tengan ocupado durante mucho tiempo. Después, bueno, si ya son ilustraciones puntuales trato de variar los estilos porque no es lo mismo el estilo que requiere una ilustración de superhéroes que una de terror. Ahí, en las ilustraciones, puede que salte bastante de temática.
¿Tuviste alguna influencia para definir tu estilo de dibujo?
No. Mas allá de que a mi me pueda gustar mucho lo que hace determinado artista, eso mismo puede no tener absolutamente nada que ver con lo que yo hago. Del mismo modo, no hubo nunca un dibujante que me vuele la cabeza como para tomarlo como influencia. A lo mejor, ahora que estoy mutando un poco el estilo, agarro a dos o tres para ver como resuelven algunas cuestiones puntuales. Pero, de todas formas, la composición de página, la narrativa y todo eso es mío. Haber estudiado cine también ayudo un poco, por ahí no a lo técnico sino más bien a lo narrativo, ya que estuve en contacto con directores que hacían cosas muy buenas y, como te gusta lo que ves, obviamente vas absorbiendo, principalmente como cuentan lo que cuentan.
¿Y en el guion? ¿Tomás influencias sobre cómo contar una historia?
Tampoco. Ahí es donde más autodidacta soy. Mas allá de haber, en algún momento, visto algo de escritura, fue el ir probando para ver qué me servía. Probé desde la versión más “dibujante” del guion, que es cuando hacés miniaturas de las páginas y sacás flechitas poniendo que dice cada cuadrito, hasta escribirlo tal cual, detallando “página tanto, cuadrito tanto”, “personaje A dice esto, personaje B dice aquello”. Fui probando todo eso hasta que caí en la que me resultó más cómoda que es cuando lo escribís completamente y después dejar que mute algo cuando lo esté buscando.
O sea que no hay ningún ídolo. Ningún artista que te motive como para llegar a trabajar con él…
No. O sea, puedo nombrarte influencias fuertes. Por ejemplo, a Altuna, Muñoz de Alack Sinner o Enki Bilal. Después, bueno, mis influencias están en los ’80 y principios de los ’90. Pero ninguno afectó realmente a mi estilo. Tomo, eso sí, cuestiones de narrativa. Por ejemplo, siempre tengo cuadritos de Akira en la cabeza. Lo odio profundamente porque es “así” como quiero que se vea, pero también pasa que está muy bueno porque así se veía en los ’90. Era otra época, otro contexto.
¿Cómo surge la idea de Términus?
Básicamente, tenía dos amigos que venían con la idea de hacer una revista con historias cortas de género policial. Yo estaba haciendo cosas para afuera pero no encontraba la motivación para hacer cosas mías, y esto me quedaba perfecto. O sea, eran historias cortas, no teníamos apuro. Hacemos nosotros la publicación en el tiempo que nos sale. O sea, nos planteamos un cronograma, sí. El primer número era “a cuando sale”, pero después ya tratábamos de respetar un cronograma trimestral o cuatrimestral, como finalmente terminó siendo. Ese período nos iba impulsando a hacer otras historias. Fundamentalmente, fue ver un poco eso. Ver que se podía, que había otras publicaciones, como la Murciélaga, que estaba muy bien editada y tenía muy buen material. No costaba tanto dinero, no era prohibitivo. También pasaba que muchos de los que laburaron ahí, en ese momento laburaban para afuera y no eran reconocidos. No se ubicaban sus trabajos acá, entonces era ganar por todos lados. O sea, hacíamos la publicación, mejorábamos nosotros, contábamos el tipo de historias que nos gustaban, y a su vez también conseguíamos visibilizarnos un poco más acá, a nivel país. El punto es ese. A menos que la re pegues afuera, y aun así te puede rebotar, entonces hay una necesidad de otro circuito, porque por ahí quedás muy tapado, a menos que dibujes un titulo muy visible, no te conocen. Entonces Términus viene por ese lado. Buscamos hacer algo que sea nuestra tarjeta de presentación acá y la movemos. Vamos a las convenciones, cubrimos los gastos, hacemos el número siguiente y así arranca la rueda. Pero, sobre todo, era eso. A mí, personalmente, me sirvió para tener la medida y la motivación para ir haciendo historias nuevas y no colgarme hasta el infinito. Había que hacerlo en los cuatro meses, tenía que dar lo mejor posible para no tirar para abajo el material de los demás. Estaba bueno. Lo que lo hacía fácil era el hecho de tener ciertos lineamientos. En general, era tratar de no excederse de las ocho páginas, que sea de un género identificable, y mantener una línea estética que era, más o menos, la misma que compartíamos todos los que arrancamos la revista. Entonces, era una cajita que te contenía, pero no te limitaba demasiado.

Hoy en día sos editor, ¿siempre lo fuiste o al principio se manejaban sin roles jerárquicos?
Al principio, la idea fue tratar de arrancar de la manera más horizontal posible. Todos los que arrancamos ese primer número teníamos igual voz e igual voto. Después, los roles se fueron dando medio por descarte. O sea, el que podía hacer más, hacía más, y el que podía hacer un poco menos, hacía un poco menos. Cada cual fue viendo qué posibilidades tenía, qué intereses y qué tanto compromiso podía darle. Y bueno, de a poco fue recayendo en mí el hacer ciertas cosas, como el tema de los números, que yo justo venía laburando de administrativo en un estudio de arquitectura, así que bueno, sabía manejar el Excel, jajaja. Por ende, no me resultó difícil hacer toda la parte del manejo de números y demás. El tema del diseño de la revista también fue equitativo. Nos juntábamos las últimas noches en mi casa con Maxi, que era uno de los que arrancó con esto, y tratábamos de descifrar como manejar Corel. Ni siquiera sabíamos que programa usar, jajaja. Ahora Corel no se usa más ni de broma, todas las maquetas son con InDesign. Así que bueno, ahí estábamos con Corel tratando de armar la página del índice, jajaja. Fue todo un aprendizaje sobre la marcha.
¿Qué se siente al pasar de tener una idea a verla concretada?
Obviamente, gratificante. Sobre todo, porque fueron nueve meses, más o menos, para terminar el primer número. Entre febrero y octubre, que fue cuando salió finalmente. Lo que se trataba era de tener la disciplina de juntarnos todos los sábados para ir avanzando, hacer un chequeo de dónde estábamos. Pasamos, por lo menos, tres sábados enteros tratando de encontrar un nombre para la publicación porque simplemente no la teníamos.
¿Por qué Términus?
Iván, uno de los muchachos que al final no terminó participando, había propuesto Deadline. Sonaba, estaba bastante bien, aparte era un término muy de la industria. Ya lo teníamos bastante decidido. Creo que habíamos hecho alguna búsqueda en Google, pero la debemos haber hecho mal porque la última noche, y posta, era la última noche antes de entrar a imprenta. Estábamos cerrando la revista en casa cuando uno dice “chicos, Deadline era una revista de los ’90. Tank Girl salió de ahí”. No podíamos usar el nombre y nos queríamos matar. Y ahí nos pusimos a pelotear con Maxi y empezamos a pensar que podía ser parecido a Deadline, y bueno, pim pam pum y salió Términus. Lo tiró él y ahí quedó. No me acuerdo si tuvimos tiempo de consultarlo con todos, tiramos un mensaje al grupo y el que lo vio dijo que le diéramos para adelante. Hicimos un logo así a lo bestia, ahí en ese momento, obvio que, con cierto criterio estético, pero agarradísimos con el tiempo, porque ya estábamos comprometidos con la imprenta, de manera de poder tenerla para un evento, no me acuerdo cuál puntualmente. Al primer evento al que fuimos fue al San Luis ComicCon, no llegamos a la Crack Bang Boom de ese año, pero sí llevamos folletos, promocionando la revista.
Hoy temprano dijiste que preferías las series antes que las películas por motivos de continuidad, entonces… ¿Por qué una revista antológica?
Porque era lo que podíamos comprometernos a hacer, o sea una poca cantidad de páginas en el medio de los otros laburos. Vos imaginate que todos teníamos otras cosas y no podíamos comprometernos a algo tremendamente grande. Yo no tenía la seguridad como para largarme a hacer algo grande. Hacer las páginas de la primera, que creo que fueron once, me llevó unos 7 meses. Era eso, manejarnos con los tiempos en la medida de lo posible. Aparte era fácil porque cualquier inseguridad de uno podía quedar cubierta por el talento de otro, llegado el caso. Si a uno, en una vuelta, le salía una historia medio floja, la podía nivelar otro, y así, o si alguno hacía algo muy bueno, eso podía llegar a levantar un poco más a alguno que haya quedado flojón. La antología te protege bastante en ese aspecto. Mas allá de que se sabe que al lector no le van a gustar todas las historias de una antología, también se sabe que siempre va a haber alguna que sí le guste. Era eso, era una apuesta muy segura hacer una antología. A lo que sí yo me traté de resistir, pero que al final tuve que terminar haciéndolo, era que había un par de series dentro de la revista que iban terminando más o menos para el número cuatro, y el único que se podía comprometer a hacer algo nuevo era yo. El resto estaban tan tapados de laburo que no llegaban a hacer cosas nuevas. Entonces ahí sí hice una serie, pero a veces me iba muy improvisadamente. Hoy en día, por ahí me quedo con el concepto de aquella serie porque de verdad me gustaba, pero la ejecución podría haber sido mucho mejor, sobre todo a nivel guion.
¿Qué fue lo que más evolucionó desde el primero hasta el último número de Términus?
Hubo una subida bastante pareja en todo. Por un lado, íbamos aprendiendo. En mi caso, yo hacía la maquetación y el diseño. Los rotulados de muchas historias también los hice yo. Fui aprendiendo a hacer muchas cosas, y con el tiempo las fui puliendo. Las primeras portadas las hacíamos a medias, para que nadie tuviera demasiado crédito con eso. O sea, uno hacía el lápiz y otro lo coloreaba. A partir del número seis las empezó a hacer todas Germán (Peralta), nuestro portadista. Por otro lado, al ir pasando los números, al irnos haciéndonos más conocidos nosotros e ir conociendo más gente en las convenciones, podíamos permitirnos el pedirle material a gente que parecía cada vez más consagrada por su habilidad. Una forma nuestra para comprar buenos dibujantes era permitirles la libertad de hacer sus propios guiones. Esto era, también, porque no podíamos pagar guionistas, jajaja. Aunque yo me permitía toqueteárselos un poco, por ahí cambiándole algunos diálogos o boludeces de ese estilo, obviamente siempre mandándole todo después y contando con su aprobación. Básicamente fue eso. Fueron cuatro años de publicación y nos fue permitiendo aprender un montón. Era trabajar constantemente, dibujar constantemente y demás. Y así se fue dando, tanto en la mejora del aprendizaje personal como la posibilidad de conocer gente muy grosa que también nos mandaba material. A mí, por supuesto, me ponía muy orgulloso que quisieran publicar sus cosas en la revista.
¿Cuál fue el punto de inflexión por el cual deciden dejar de publicar la revista y volcarse a la novela gráfica?
Nosotros ya habíamos empezado a pensar en dejar de publicar la revista para el número 10. Al final no nos dio y quisimos seguirla un poco más. La cosa era que, mientras tanto, ya empezaba a picar la gana de hacer algo más largo. Queríamos hacer algo distinto, porque ya lo veías muchas veces en las convenciones. O sea, tenés la mesa y tenés muchos números de una sola antología, y no deja de ser eso. Si a la gente no le gustan las antologías, no tenés nada para vender. Entonces quisimos variar un poquito. Nos pusimos a ver que teníamos. Los chicos de Rip Van Hellsing ya venían con sus historias cortas para la revista, y yo sabía que ellos tenían un montón de material publicado en Italia, y charlando con ellos les gustó la idea de publicarlo. Aparte yo tenía un guion medio definido y quería ponerme a laburarlo. Gastón (Flores), otro de los chicos que guionizaba la revista, tenía Tekton dando vueltas por ahí y a mí esa historia me gustaba mucho. Con esa base de tres títulos ya teníamos como para poder pensar en algo y nos tiramos al concurso de Espacio Santafesino, justamente para poder conseguir la financiación. Lo piola fue que nos permitió, u obligó, depende cómo lo mires, a armar un plan editorial para presentarlo. Entonces tuvimos que hacer un diseño de las maquetas de los libros, que fue bastante aproximado a lo que después sería el diseño final. Entonces se fueron materializando antes de que los fuéramos teniendo como tal. Nos permitió ir pensando los tiempos, cuánto íbamos a estar en cada cosa y demás, porque después, si ganabas, tenías un año para sacar los tres libros, que al final terminaron siendo dos, obviamente, a base de pedir prórroga. De todas formas, era algo que no nos permitía irnos demasiado en el tiempo. Así que ya teníamos esa buena base como para arrancar. Rip Van Hellsing estaba casi listo, había que pulirlo y rerotularlo, porque los pibes me lo daban en una imagen con los textos pegados. O sea que para mover un globito un poquito a la derecha era tener que cortar y correr absolutamente todo porque era una sola imagen, jajaja. Obviamente, quedaron un par de errores en esos libros que me duelen a día de hoy, pero considerando la base y el tiempo que teníamos, fue un trabajo árduo. Todo esto se fue mostrando como una buena decisión. Ensamblamos un poco las dos cosas, entre tener este proyecto presentado y que de todas formas hubiera dos números de Términus todavía por salir y que salieron en tiempo y forma. Cuando tendría que haber salido el número trece de la revista, ya estaba listo para salir el primer tomo de Rip Van Hellsing. Después los tiempos se fueron estirando más, entre uno y otro, porque los chicos estaban a full entre esto y sus otros trabajos. Tekton llegó a salir para la Crack Bang Boom de hace un par de años y, después de eso, no me quedaba otra y tenía que terminar mi libro. Me tuve que poner en serio. Tenía hecho un poco menos del 40% entre guion y dibujo, así que todo el 60% restante fue hecho de un solo tirón. Me tomé mi tiempo para hacerlo bien, no es que me apuré, pero sí tuve que ponerme y concentrarme para terminarlo. Entonces fue así. Los primeros tres números de Términus tuvieron esa gratificación de decir “está publicada”, como te decía antes. Después ya eran otras las sensaciones. Después ya era una especie de malabar, porque siempre quería que el número presente fuera un poco mejor que el anterior, y llegaba un punto que sentía más la presión de lograr eso más que el propio disfrute. Ya lo veía como una responsabilidad, más que como un hobby. Yo estaba en plan: “el último salió re bien, ¿cómo carajo hago para llegar a lo mismo?” Entonces me sentí bastante aliviado cuando pasamos a hacer las novelas gráficas y, a su vez, si bien me gustaba que funcionaran, la gratificación recién la sentí cuando terminé El Borde y pude decir “este es el mío”.

¿Cómo fue enfrentarte a hacer El Borde, en el sentido de que sería una novela gráfica totalmente tuya?
No lo manejé de la mejor manera posible, porque, por ejemplo, una cosa que hice fue no mostrársela a absolutamente nadie hasta que estuvo terminada. Eso es algo que no hay que hacer, hay que dejársela, por lo menos, a dos o tres personas con cierto tiempo y que la vean. Le había mandado el guion a un par de personas, que nunca se molestaron en leerlo. No voy a dar nombres, pero sí, tendría que haber ido pasando las páginas y demás. Así que fue como tirarse a la pileta. En realidad, escribí el guion y, por todo el tema este de armar las carpetas y editar los otros libros, pasaron dos o tres años. Cuando lo volví a agarrar, no toqué el primer 75%, pero el último cuarto lo cambié bastante. Ya con eso quedé bastante más satisfecho con ciertas cosas, como el final definitivo y demás, porque antes no me convencía. Después lo mostré a un par de personas, muy a último momento, que me tiraron algunas puntas de las cuales pude modificar varias, más en lo referido a diálogos y cosas por el estilo, pero bueno, por suerte terminó bien. El que estoy encarando ahora va a ser de una manera totalmente distinta. Pero ése fue el punto. Yo no me daba cuenta de que “éste era el mío”, que “éste tiene mi nombre”, entonces me iba encerrando gradualmente. Había subido algunos fotogramas de la primera parte, pero esa primera parte ya la había mostrado en varios lugares, entonces no era lo mismo. Aparte, siempre cuando vos subís una página o una viñeta, siempre estas seleccionando “muy mucho”, y la cosa era que se viera de manera global. Hay que tener correctores, gente que lo mire con la cabeza fresca porque te agarra la visión de túnel siempre. Es imposible evitarla.
Dentro del proceso creativo, ¿te encontraste en una situación de estancamiento de la cual te haya costado salir?
No, porque ya tenía el guion. Ese es el punto. Si ya tenés el guion, tenés el espinazo de todo y ya lo tenés resuelto. O sea, una vez que hice ese cambio en el último cuarto del libro, ahí me sentí bastante más tranquilo porque ya estábamos hablando de algo más armado, más serio. Cuando lo escribí la primera vez, no me di cuenta que quedaba tan en el aire. Pero yo sentía que, si me sentaba a verlo, lo resolvía enseguida. Después lo tuve que dejar, porque no es que me senté a escribirlo, lo tuve dando vueltas y haciendo ruido en la cabeza durante en un tiempo hasta que en un momento trabó bien, y ahí me quedé con eso. Jugaba con los diálogos de los personajes, los dejaba monologar o hacer cosas en mi cabeza, y cuando algo me gustaba, ahí me sentaba y lo escribía. Hacer el guion fue muy de “dejar jugar a los personajes”. Lo único que lamento es no haber tenido 100 páginas más, aunque, por el contrario, también tendría que haber pasado otros dos años dibujándolas. Fue consciente poder ponerle el corte en ese momento, teniendo en cuenta que esos personajes me quedan ahí para seguir jugando con ellos en algún futuro, si me da la gana.
¿Se puede saber en qué estás trabajando actualmente?
Mirá, hace muy poquito salió El Borde e, inmediatamente después, el segundo tomo de Rip Van Hellsing, y con ese ya se cubre todo el material que los chicos publicaron en Italia. Estuvo piola porque el primero tuvo buena recepción, así que estoy convencido de que este segundo también la tendrá. El problema es que a cada uno de los libros les está pegando una economía cada vez más dura. Pero bueno, viéndolo en retrospectiva, fue una buena idea dejar la antología porque, por un lado, ya estábamos medio cansados del formato, y, por otro lado, las novelas gráficas han vendido bastante más que los últimos números de la revista, así que ya está. Hacía falta cambiar, la línea está bien cuidada y gustó, pero hacía falta hacer un refresco. Ahora estoy laburando en una novela gráfica también larga pero que no sé todavía cuanto va a tener. Va a ser a color, por ende, tengo que trabajar sobre lo entintado lo antes posible. La voy a encarar totalmente a la inversa de lo que fue El Borde, ya que va a estar todo online. La voy a subir completa antes de imprimir.
¿Esa estrategia no afecta a las ventas?
No, no afecta las ventas. Eso es que en los últimos años estuvimos viendo. La gente que va a las convenciones y compra los libros es porque los quiere, no importa si ya los leyó antes. O sea, si ya lo leyó y el libro es una bosta, ahí capaz que sí no te lo compre. Aparte todos nos molestamos en cuidar el libro, en cuidar el objeto. Que sea un bonito soporte, que se aproveche, darle un buen formato, darle un buen diseño, tratar de poner un buen papel, que valga la pena tenerlo físico, que de gusto tirarse a leerlo en un sofá, que quede lindo en la estantería. Son todas cosas que, para nosotros, valen. Yo, en mi estudio, la única decoración que tengo en las paredes son libros de historietas, y hacen que el lugar sea cálido. Por ahí me gusta agarrarlos, sacarlos, hojearlos y volverlos a poner ahí. Así que, en general, eso. Cuidando la edición, mantener una relación calidad-precio que esté piola, y demás. Así que, por ese lado, estoy tranquilo de que no afecte a las ventas.
¿Por qué la decisión de trabajar la nueva publicación a color?
Porque es un paso adelante para mí. Me va a requerir un aprendizaje, por un lado, y por el otro, me parece que, a esta altura, está ya casi convertido en un standard. Muchas veces ha venido gente al stand y preguntado: “¿y a color no tienen nada?”, lo cual tampoco es un problema, pero da una idea de mercado un poco mas amplia. En general, dentro de las convenciones, yo me muevo casi siempre con otra gente, o sea, vamos y venimos con otros editores, y siempre miro que es lo que funciona de lo de los otros, así como también miro que es lo que funciona de Términus. Por eso me parece que, a esta altura del partido, hace falta volcarse a eso. Aparte, como autor, como para ya decir: “quiero sentirme cómodo trabajando eso”. Además, que la nueva historieta tiene un estilo mucho más cartoon y el color le aporta bastante, va a ser una cosa muy distinta a lo que vengo haciendo. Si bien no me siento confiado como para trabajarlo directamente a color, ya lo pienso bastante en color. No es algo agregado o accesorio, sino que lo dibujo pensando en colorearlo.

¿Es mucha diferencia de costos en imprenta el hacerlo a color?
Es horriblemente más, pero bueno. Por un lado, quiero que sea un libro que se pueda dejar en una librería y no solo en una comiquería, y que pueda llegar a un publico no lector de historietas. Por ahí el blanco y negro se la baja mucho a este tipo de público. Entonces, en ese aspecto, tirarla a color sirve mucho. Y después para cualquier otra cosa. Si la querés subir online a un sitio tipo WebToon, ponele, que sea en blanco y negro la hace quedar muy relegada, los lectores no gustan particularmente de eso. Entonces son toda una serie de factores que hacen que sume por ese lado. Pero bueno, lo principal es que yo quiero hacerlo a color, me estaban dando muchas ganas de arrancar por ese lado. El guion, si bien es mucho más amistoso, también tiene cierta impronta de mala leche. O sea, pretendo que sea juvenil. Pretendo que lo pueda leer alguien de 14 años para arriba. Pero bueno, 14 años con un piso medio para abajo. Por ahí algunas cosas le van a quedar en el aire, pero quiero ampliar el rango y que sea disfrutable también para ellos. La idea es sacarlo un poco del “medio ghetto” que la editorial había terminado yendo, por el hecho de que estaba constituida por gente de la misma franja etaria, y con, más o menos, el mismo tipo de influencia. Eso, por un lado, fue lo que le dio cierta integridad a la revista y, por lo tanto, la hizo funcionar, pero, a su vez, eso terminó condicionando bastante todo el contenido posterior. Entonces quiero ver si la puedo sacar un poco de ahí.
¿También estás trabajándola solo?
Sí. Me cuesta mucho derivar tareas. Igual, en este caso, lo estoy haciendo con mucha calma, sin apurarme para nada. Me estoy concentrando, principalmente, en mover El Borde y el segundo de Rip. Mi idea es ir a convenciones, a las que pueda, y que no se vuelva una historia que tenga que quemarme la cabeza. De cualquier manera, tengo una buena cantidad de material ya alineado. Pero bueno, la idea es que salga cuando salga. Es un libro en el que me estoy volcando a trabajar en digital, cosa que no venía haciendo. Estoy aprovechando el formato para aprender un montón sobre cosas que no suelo hacer. Hacer esta nueva historieta va a ser un aprendizaje, tanto como autor y como editor.


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