Hora de clasicazos: hablemos de Slam Dunk
- Juani Fissore
- 29 jun 2021
- 5 Min. de lectura
Si había alguna forma de que este 2021 nos sorprendiese para bien, fue arrancar el año con la confirmación del tan esperado regreso de Slam Dunk, contando con una nueva película en producción de la que, lamentablemente, no tenemos más detalles por ahora. Sumémosle a esto el desembarco de una nueva edición argentina del manga de la mano de Ivrea, así que ¿qué mejor momento para repasar a este gran clásico noventero?
A decir verdad, hacía rato que desde Frikiteca veníamos con ganas de hablar de esta gran serie, pero la veníamos pateando por diversas razones (je). Y ahora tenemos el empujoncito que hacía falta.

Slam Dunk es un manga escrito e ilustrado por Takehiko Inoue, y publicado en la Shonen Jump entre 1990 y 1996, siendo posteriormente compilado en 31 volúmenes tankobon y 24 kanzenban. Ojo al dato: ostentó durante un tiempo el récord de ventas absoluto para un manga, gracias a sus volúmenes 23 y 24, hasta que un tal One Piece (?) le arrebataría el trono.
La trama gira en torno a Hanamichi Sakuragi, el (ahora) típico pibe matón-camorrero de secundaria. El problema, además, es que Hanamichi es medio nabo, y lo único que sabe hacer bien es cagarse a piñas con la gente. Por si fuera poco, su vida sentimental es un desastre: tiene el incómodo récord de haber ligado 50 rebotes, lo que como basquetbolista puede ser bueno, pero como hombre…
La última chica lo rechazó por un jugador de básquet, precisamente. Después de esto- y recién llegado a la secundaria alta Shohoku- era evidente que Hanamichi no tuviera mucha estima con el aro, al punto incluso que empezó a repartirle trompadas a todo aquél que pronunciara la palabra básquet. La cosa habría seguido así de no ser por la aparición de la hermosa Haruko Akagi, una fanática acérrima del básquet que, impresionada por la contextura física de Sakuragi, le preguntaría si le gustaba ese deporte. Es así como da inicio la historia de Slam Dunk.

A la hora de hablar de las claves que hicieron de esta obra un clásico cuasi obligatorio hay varios puntos que me gustaría destacar, siendo la primera, sin ningún tipo de duda, la cualidad de su protagonista. Sakuragi es un patotero que vive lisa y llanamente a las puteadas y peleándose por cualquier cosa, algo que hasta ese momento era inconcebible en un manga de deportes. Más aún, cuando descubrimos que el tipo no tiene ni la más puta idea de lo que es el básquet, alejándose completamente del arquetipo del prota genio genéticamente bendecido más bueno que el pan y que va a llevar a su equipo de la mano a lo más alto. En el transcurso de la historia vemos como Hanamichi se va adentrando en el mundo del básquet arrancando bien de abajo, mostrando su evolución como deportista y, sobre todo, como persona. Una escritura sublime, si me permiten, más cuando tenemos en cuenta que el tipo le entró al aro en un principio para levantarse a la chica que le gustaba.
Pero Sakuragi no está sólo en este rubro. A decir verdad, Slam Dunk cuenta con un gran plantel de personajes ultra carismáticos, que pueden ir desde la propia Haruko o los amigos de Hanamichi hasta los miembros del equipo del Shohoku, y por qué no, también sus rivales. Cada uno de ellos desempeña un papel fundamental en la historia, ayudando desde su lugar a Sakuragi en su particular viaje de descubrimiento personal a través del deporte.

Por otro lado, hay que mencionar el ritmo general de la historia en materia de narración y la gran recreación que realiza Inoue del básquet. El planteo de los juegos que, dicho sea de paso, siempre acarrean un trasfondo emotivo, transmitiendo el vaivén de un partido real en cada viñeta (llegando en alguna instancia incluso al segundo a segundo) mostrándonos absolutamente todo lo que ocurre en la cancha con un grado de precisión y minuciosidad terrible. Tal es así que la totalidad del manga transcurre en sólo tres meses, desde el comienzo de las clases en abril, hasta el verano.
Siguiendo esta línea hay destacar que, a pesar de ser un spokon de la demografía shonen, no presenta técnicas surrealistas ni tiros adornados con superpoderes. Los partidos son verosímiles. Sí, hay jugadores extremadamente talentosos como pueden ser Rukawa o Sendoh (perdón Hanamichi), por mencionar algunos, pero ninguno de ellos va a realizar jugadas imposibles.

También, y a pesar de no ser un manga estrictamente de comedia, maneja bastantes escenas de humor bien implementado, que más de una vez han logrado sacarme alguna carcajada. Un logro bestial por parte del autor, ya que cualquiera puede disfrutar sin necesidad de ser un fanático del básquet (como fue mi caso) y terminar enganchándose a esta gran historia.
Si hablamos concretamente del apartado artístico, Slam Dunk presenta una gran calidad en sus dibujos, rasgo que se va haciendo cada vez más patente con el progreso de la historia. El diseño de los personajes está muy bien proporcionado, mientras que los movimientos se expresan con una fluidez y realismo que para muchos superan a los de la propia serie de animación.

Y ya que hablamos del rey de Roma, Slam Dunk dispuso de una adaptación animada a cargo de Toei Animation entre 1993 y 1996, contando con un total de 101 capítulos y 4 OVAs. Para hacerla corta, me pareció una adaptación bastante digna, aun tratándose de Toei. Obviamente, y como cabría esperar, no está exenta de añadidos, como un puñado de capítulos originales y las ya clásicas escenas alargadas que hacían ver la cancha interminable. Si hay que destacar algo, es la participación del legendario Masaki Sato como diseñador de personajes, cuyo aporte hace gran justicia al trabajo de Inoue, y la banda sonora compuesta por Takanobu Masuda.
Lo que sí fue imperdonable es que nos cortara el chorro de semejante manera, finalizando la serie en el tren antes del comienzo del torneo nacional… A riesgo de no hacer spoiler, puedo afirmar que estamos ante la mejor parte de la historia, no sólo en materia de acción en los partidos, sino en el punto mismo del arte que alcanza Inoue. Simplemente bestial.

He de reconocer que, en su momento, la serie no me llamó la atención para nada. Recuerdo esas tardes de Magic Kids (si estamos viejos que no se note…) cargadas de animes, en las que estaba principalmente enganchado, cómo no, a Dragon Ball y a Street Fighter 2 Victory (¡¿alguien se acuerda de eso?!). Siempre de peleas y superpoderes, por lo que no es de extrañar que, como niño en aquél entonces, no me quedara precisamente pegado a la tele cuando salía el dibujito del básquet. Ya de grande, acarreado más que nada por la nostalgia, me permití darle una segunda oportunidad. Menos mal…
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