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Ashita no Joe, un diamante perdido entre tantas medallas de bronce

  • Foto del escritor: Juani Fissore
    Juani Fissore
  • 3 oct 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 29 jun 2021

La industria de la animación japonesa tiene un catálogo tan extenso como variado, y esa magnitud tiene, por lógica, la consecuencia de que no todas las obras que se producen son buenas. Hay ciertos títulos que logran un éxito abrumador, llegando a ser populares en todo el mundo y quedando en la memoria del colectivo social durante mucho, muchísimo tiempo.


Estas obras, que son consideradas lo “mainstream” o “lo más conocido”, se llevan consigo la total atención del público, dejando a las más pequeñas o menos exitosas prácticamente en el olvido. Ahora bien, hay ciertos casos en los que una obra que no alcanzó el éxito deseado puede incluso superar en calidad a las más conocidas, pero la falta de audiencia la lleva a ser muy poco, o directamente nada, conocida. Uno de estos casos es de los que vamos a hablar hoy.



Ashita no Joe fue un manga spokon escrito e ilustrado por Ikki Kajiwara, que se publicó en 20 tomos durante 1968 y 1973. La adaptación al animé contó con dos temporadas de 79 y 47 episodios, respectivamente. La primera, que adaptaba los primeros 13 tomos, estrenó en 1970 y la segunda diez años después, en 1980, adaptando los 7 tomos restantes. La transmisión original de esta serie presenta uno de los movimientos más curiosos y/o extraños de Mushi Productions, ya que podríamos estar hablando de una sola tanda de 126 episodios continuados.


Más allá del hecho de que la segunda temporada estrenase una década después de la primera, su primer episodio podría considerarse como el episodio 80, ya que no sólo mantuvieron a los mismos actores de voz, también permanecieron los mismos openings y endings, el mismo estilo de animación (a pesar de lo desfasado que quedaba para la época) y el titulo siguió siendo exactamente igual. Sin duda, un movimiento curioso.



La historia se centra en Joe Yabuki, un muchacho huérfano que pasó toda su vida de orfanato en orfanato. Después de escaparse y andar en situación de calle por los barrios pobres de Tokio, se topa con un anciano que le pide monedas. Al recibir una respuesta negativa, se abalanza sobre Joe intentando asaltarlo, pero éste se defiende, demostrando ser muy bueno con los puños. El anciano, sorprendido, se presenta como Danpei Tange, un ex boxeador que ve potencial en el joven y se ofrece a entrenarlo, pero es duramente rechazado por Joe. Días después, Joe va a parar a la cárcel luego de intentar asaltar a una mujer con el objetivo de conseguir dinero para comprar algo para comer.


Tange lo saca y le confiesa no ser vagabundo, sino un entrenador retirado, pero ampliamente conocido en el mundo del boxeo, y vuelve a proponerle entrenarlo para convertirlo en un boxeador. Joe ve la oportunidad de acomodar su vida estafando al viejo, y le pide como condición que le consiga un lugar para vivir y le pague dinero en efectivo cada vez que entrenen. Después de que Tange descubra que Joe no tiene la mínima intención de boxear y sólo lo está utilizando para vivir bien, va preso nuevamente. Durante su estadía, una retransmisión televisiva de una vieja pelea de Tange contra el campeón mundial de peso pesado capta la atención de Joe, quien poco a poco irá descubriendo sus virtudes hasta generar una verdadera pasión por el deporte.



Ashita no Joe es una clara excepción a la regla, un animé totalmente recomendable a pesar de tener casi 50 años, y es que se siente como si no hubiera envejecido nada. Y esto es importante aclararlo porque tengamos que en cuenta que esto es un shonen. Si, un shonen hecho y derecho. Tenemos a un protagonista que al principio no sirve para nada pero que parece tener mucho potencial, que tiene el claro objetivo de volverse el mejor, piñas de por medio.


A pesar de parecer genérico, es un animé que estrenó en 1970. Esto quiere decir que el denominado “efecto Dragon Ball”, que caracterizaría al shonen desde mediados de los ’80, no existía. Como resultado, tenemos una serie con un tono muy realista, sin los clásicos power-ups ni movimientos imposibles y exagerados (un homólogo de esto lo podemos encontrar en Hajime no Ippo, cuya inspiración nació de esta misma serie). Este planteamiento puede gustar más o menos, pero presenta una historia que se siente fresca y diferente incluso para los estándares actuales.



La historia es sublime, cargada de un dramatismo emocional que te pega de lleno cual trompada de boxeador, nunca mejor dicho. El drama y la crudeza están presentes desde el principio hasta el final. El tono con el que se trata la vida callejera, el mundo del boxeo, las secuelas psicológicas que quedan luego de varios rounds recibiendo paliza tras paliza, todo está tratado con un realismo sorprendente al que la animación favorece un montón. Todos estos tópicos están enfocados desde la superación personal del protagonista, en llegar a ser el mejor del mundo a base de dolor, esfuerzo y lágrimas. La propuesta es bastante similar a Rocky, la franquicia protagonizada por Sylvester Stallone, pero animado y al más puro estilo japonés, como más nos gusta.


Sin lugar a dudas, una serie que no puedo dejar de recomendar a todo aquel que quiera ver algo distinto que rompa con los arquetipos típicos del exprimido subgénero de peleas y poderes. Ahora bien, si sos de los que prefieren las animaciones más clásicas antes que los deleites visuales de ahora, es un animé que TENÉS que mirar.



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